Esa mañana, bajo estas trágicas circunstancias, venía al mundo John Winston Lennon. Su madre, Julia, decidió ponerle a su pequeño Winston en homenaje al Primer Ministro británico, Winston Churchill, el hombre que había prometido sangre sudor y lágrimas contra la Alemania de Hitler. Tal vez fuera una simple coincidencia pero la tragedia que marcó su nacimiento también estuvo presente a lo largo de su vida y le acompañó hasta la muerte.
Su padre, un marino mercante que se pasaba la vida en el mar, abandonó el hogar familiar al poco tiempo de nacer John y su madre al verse incapaz de criar al pequeño decidió dejarlo con su hermana Mary. Tía Mimí, como la conocía John, y su marido, George Smith se hicieron cargo del bebé.
A los cuatro años entró en la escuela primaria de Doveland, donde años más tarde ingresaría un tal George Harrison. En la escuela John se aburría de lo lindo, sus profesores no satisfacían sus necesidades intelectuales y el joven se dedicaba a dibujar. Sus profesores creyeron ver en él cierto talento artístico y le recomendaron que ingresara en la escuela de Bellas Artes donde conocería a dos personas que le marcarían de forma bien distinta: Cynthya Powell, la que sería su primera mujer y con quien contraería matrimonio en 1961, y Stuart Sutcliffe, a quien admiraba profundamente.
Cuando John estaba apunto de cumplir la mayoría de edad su madre volvió a reaparecer en su vida. Ambos intentaron recuperar el tiempo perdido pero no pudieron, un accidente de tráfico acabó con la vida de su madre. John volvió a buscar refugio en tu tía Mimí a la que estaba muy agradecido por todo lo que había hecho por él a pesar de las diferencias culturales entre ambos.
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